viernes, 23 de mayo de 2014

Las cerraduras que se rompen en la mudanza


Cuando te has pasado los últimos veinte años viviendo en la misma casa, el momento de hacer la mudanza para irte a otra vivienda, puede ser un verdadero tormento. Es increible la cantidad de objetos que se acumulan a lo largo del tiempo y que no sirven para nada en la mayoría de los casos. Ropa que no usamos desde hace siglos, papeles, zapatos, pequeños electrodomésticos, muebles, libros, periódicos, vajillas, cristalerías, cubiertos... , son sólo algunos pocos ejemplos de objetos que se acumulan (unos son más útiles que otros, por supuesto) en todos los hogares y de forma incontrolada.

 Yo fui una de esos ingenuos que al principio creyó que podría hacer él mismo la mudanza dando unas cuantas vueltas con el coche bien cargado... Craso error. No me quedó más remedio que contratar a una empresa de mudanzas y su camión tuvo que realizar seis o siete portes. Jamás pensé que podría acumular tantas y tantas cosas. Y el problema fue que como tenía que mudarme con urgencia, no disponía de tiempo para seleccionar qué objetos podían tirarse y cuáles no. Eso significaba con casi toda seguridad, que acabarían guardados y olvidados una vez más en mi nueva casa... Y hasta la próxima mudanza.

 La empresa de mudanzas hizo un excelente trabajo, pero por un golpe de mala suerte -como a mí me gusta llamarlo- en el último porte (que casualmente era el más importante: la Ley de Murphy es la Ley de Murphy), justo cuando el conductor y su ayudante se disponían a abrir el camión para extraer la carga, la cerradura trasera se rompió, por lo que todas mis pertenencias habían quedado atrapadas dentro y frente a mi nueva casa. Para colmó se desató una tormenta y empezó a diluviar, pero yo no podía esperar, así que llamé a los cerrajeros que conocían mis padres y a los que me recomendaron que avisara, porque trabajaban muy bien y además cobraban unos precios razonables.

 Tardaron media hora en llegar, aunque la verdad es que se retrasaron por culpa de la tormenta, que había provocado un par de alcances entre vehículos en el centro del pueblo. Me sorprendió la pericia y la facilidad con la que los cerrajeros maños solucionaron el problema. En pocos minutos la puerta del camión estaba abierta y mis muebles dentro de casa. Por fin metí la última caja de libros en el salón, cerré la puerta, me tumbé en el sofá y exclamé: ¡hogar, dulce hogar!

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